Todos somos pecadores. Desde que empezamos a conducir desarrollamos manías, costumbres poco recomendables que terminan por pasar factura al vehículo. Muchos de esos vicios de conducción tienen que ver con el embrague, una de las averías más habituales, y no precisamente baratas. Además, un embrague averiado en muchos casos no está cubierto por la garantía. En Fast Repro te contamos los vicios más comunes con el embrague que acaban en un taller. Reparación coche en Madrid.
La reparación de un embrague es una avería cara y delicada. Embragar y desembragar es un momento delicado y la mayoría de los conductores ignoran que su forma de hacerlo, y pequeñas manías que parecen irrelevantes, pueden pasar factura y salirles muy caro. La mayoría de nosotros no hacemos un buen uso del embrague. ¿Cuál es tu vicio?
Iniciar la marcha en segunda
Muchos de nosotros lo hemos hecho a menudo. Por comodidad, y sobre todo en coches con una primera marcha corta, iniciamos la marcha directamente en segunda. Al hacerlo, el embrague resbala más tiempo sobre el volante de inercia hasta que las revoluciones de motor y rueda se sincronizan, lo que provoca un rozamiento extra para el embrague y la caja de cambios y más vibraciones. Esto provoca un mayor desgaste que podemos evitar fácilmente evitando esa costumbre.
Solo se recomienda arrancar en segunda en vehículos que se encuentran sobre nieve o hielo o en arranque cuesta abajo para coches donde la primera marcha es muy corta.
Saltar marchas
Se trata de otro de los hábitos más comunes, sobre todo en coches que tienen cajas de cambios con seis y hasta siete marchas. Normalmente lo hacemos para buscar un mayor empuje del motor en plena marcha, por ejemplo en un adelantamiento, pasando de quinta a tercera. También se usa en casos de frenada de emergencia en carreteras de montaña, pasando de cuarta a segunda, para utilizar el freno motor y evitar recurrir a las pastillas de freno.
Lo contrario también es habitual: pasar de segunda a cuarta para buscar una mayor eficiencia en una maniobra, por ejemplo en una incorporación. Estos saltos someten a una presión mayor el embrague y los rodamientos, por la dificultad de sincronización. Para pasar de 5.000 a 3.000 revoluciones es un sobreesfuerzo importante. Por ello se debe maniobrar con más suavidad en el embrague y desembrague, con el fin de conseguir una transición más llevadera.
El proceso contrario, subir de 3.000 a 5.000 revoluciones, provoca un esfuerzo aún mayor, ya que estamos obligando al embrague a absorber esa brusca transición e igualar velocidad de giro entre ruedas y propulsor. Además se corre un riesgo muy importante, ya que en ese cambio se pueden sobrepasar las revoluciones máximas dando lugar a una avería crítica.
No pisar a fondo el pedal del embrague
Las prisas no son buenas, y muchos, en su afán por cambiar de marchas, no pisan a fondo el embrague. El proceso de embragado y desembrago debe hacerse en el menor tiempo posible, eso es cierto, pero hay que hacerlo de forma correcta, pisando hasta el fondo.
Es la única forma de realizar la transición sin rozamientos ni desgastes. Los conductores bruscos y poco cuidadosos con esto pueden provocar una avería con un coche nuevo a los pocos kilómetros.
Igualmente, no ejecutar de forma correcta el juego del embrague y el freno también puede pasar factura, una situación especialmente habitual al arrancar en pendientes pronunciadas o en conductores noveles.
También debemos ser muy cuidadosos y evitar soltar demasiado rápido el embrague.
Pisar el pedal del embrague de forma innecesaria
Es otra costumbre muy habitual, especialmente en momentos de tráfico intenso, paradas recurrentes o ante un semáforo en un semáforo en rojo.
También hay mucho conductor olvidadizo, que se queda con el pie apoyado en el pedal del embrague en plena marcha, aunque solo sea un poco. En este caso no hay peligro de fricción, el desgaste se produce en la tensión del cableado y los muelles, un trastorno que tampoco debemos ignorar.
A veces es necesario recordar la existencia del reposapiés, un espacio diseñado precisamente para que el pie izquierdo descanse mientras no se utiliza el pedal del embrague.
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